(Trilogía La Quinta Ola 01) La Quinta Ola by Rick Yancey

(Trilogía La Quinta Ola 01) La Quinta Ola by Rick Yancey

autor:Rick Yancey
La lengua: spa
Format: epub
Tags: children
ISBN: 9788427204225
editor: www.papyrefb2.net


45

A la mañana siguiente, me presento en el despacho de Reznik con una petición especial. Sé cuál será su respuesta, pero lo pregunto de todos modos.

—Señor, el líder de pelotón solicita que el instructor jefe ofrezca al soldado Frijol un permiso especial para esta mañana.

—El soldado Frijol es un miembro de este pelotón —me recuerda Reznik—. Y, como miembro de este pelotón, se espera que realice todas las tareas asignadas por el Mando Central. Todas, soldado.

—Señor, el líder de pelotón solicita que el instructor jefe reconsidere su decisión por la edad del soldado Frijol y...

Reznik descarta mi objeción con un movimiento de la mano.

—El chico no ha caído del puñetero cielo, soldado. Si no hubiese pasado las pruebas preliminares, no lo habrían asignado a su pelotón. Pero el hecho es que pasó las pruebas, se lo asignó a su pelotón y realizará todas las tareas que el Mando Central asigne al pelotón, incluido el P&E. ¿Está claro, soldado?

Bueno, Frijol, lo he intentado.

—¿Qué es P&E? —me pregunta en el rancho del desayuno.

—Procesamiento y eliminación —respondo, desviando la mirada.

Frente a nosotros, Dumbo gruñe y aparta la bandeja.

—Genial, ¡la única forma de desayunar era no pensar en eso!

—Usar y tirar, chaval —dice Tanque, mirando a Picapiedra en busca de su aprobación.

Esos dos están unidos. El día que Reznik me dio el puesto, Tanque me dijo que le daba igual quién fuera el líder del pelotón, que él solo escucharía a Picapiedra. Me encogí de hombros. Me da igual. Cuando nos graduemos (si nos graduamos), uno de los dos ascenderá a sargento, y sé que ese no seré yo.

—La doctora Pam te enseñó a un infestado —le digo a Frijol. Por su cara, me doy cuenta de que no es un recuerdo agradable—. Apretaste el botón —añado, y él asiente de nuevo con la cabeza, aunque más despacio que antes—. ¿Qué crees que pasa con la persona del otro lado del cristal después de apretar el botón?

—Muere —susurra Frijol.

—¿Y con las personas enfermas que traen de fuera, los que no sobreviven cuando llegan? ¿Qué crees que les pasa?

—¡Venga ya, Zombi! ¡Díselo de una vez! —dice Umpa.

Él también ha apartado la comida. Es la primera vez que ocurre: Umpa es el único del pelotón que siempre repite. Por decirlo suavemente, la comida del campo es un asco.

—No nos gusta hacerlo, pero es necesario —prosigo, repitiendo el eslogan de la empresa—. Porque esto es la guerra, ¿sabes? Es la guerra.

Contemplo a los de la mesa en busca de apoyo, pero la única persona que me mira a los ojos es Tacita, que asiente con ganas.

—Guerra —repite, feliz.

Salimos del comedor y atravesamos el patio, donde varios pelotones entrenan bajo la atenta mirada de su instructor. Frijol trota a mi lado. El perro de Zombi, así lo llama el pelotón a sus espaldas. Nos metemos entre los barracones 3 y 4 para llegar a la carretera que conduce a la central eléctrica y a los hangares de procesamiento. Hace frío y está nublado; da la impresión de que va a nevar.



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